Es ya un lugar comúnmente admitido que, en lo que respecta a nuestra América, el problema nacional o étnico o indígena empezó el día mismo del descubrimiento de América (12 de octubre de 1492), cuando se produjo el encuentro o “encontronazo” de los dos mundos (el “viejo” y el “nuevo”). Y, desde entonces hasta ahora, las actitudes de los intelectuales, artistas, escritores, sociólogos, antropólogos, políticos, etc., se han venido polarizando en dos posiciones: la de quienes (matices más o menos) consideran “irresoluble” el problema, invocando una repulsa del “bando” contrario y su consiguiente “eliminación”, y la de quienes invocan (también con diversos matices) su coexistencia, convivencia y hasta su fusión en una “raza cósmica”.

A pesar de esta preocupación general, su preeminencia, profundidad e intensidad y la manera de “abordar” el problema son también muy variables y están en función de múltiples cuestiones. No deja de ser otro lugar común la afirmación de que la función principal de estas preocupaciones intelectuales y políticas ha estado en relación con los “momentos” de agudización de la contradicción o el conflicto entre “criollos” (o hispano-descendientes) y mestizos, e indígenas: la conquista, las grandes sublevaciones de fines del siglo xviii, los movimientos de fines del siglo xix, los cambios sociales de mediados del siglo xx y el momento actual serían los hitos más importantes. Apenas hace falta, seguramente, someter a verificación empírica esta afirmación.

Tal es el perfil ideológico fundamental donde podría inscribirse el presente volumen. Su importancia radica en el esfuerzo colectivo por indagar y resumir las visiones del indio en los diversos matices de la izquierda boliviana. No compartimos la idea de que los pioneros (especialmente los socialistas) no hayan comprendido bien el problema indígena (lo que implicaría que solo los actuales tendrían una “visión justa”). Simplemente lo vieron de manera algo distinta a muchos teóricos e ideólogos de hoy.

José Roberto Arze